El mundo interior: entrevista a Carl Jung (Video-Excelente)







LA NO VIOLENCIA


La no-violencia es la más alta calidad del corazón.

La riqueza no sirve para conseguirla, la cólera la desvía, el orgullo la devora, la gula y la lujuria la oscurecen, la justicia la vacía, toda prisa injustificada la compromete.
Está muy bien hablar de Dios cuando se ha desayunado bien y se espera hacer un almuerzo todavía mejor; pero es imposible calentarse al sol de la presencia divina cuando millones de hambrientos llaman a tu puerta.


La humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de la no violencia.

Vigila tus pensamientos, porque se convierten en palabras. Vigila tus palabras, porque se convierten en actos. Vigila tus actos, porque se convierten en hábitos.
Vigila tus hábitos, porque se convierten en carácter.
Vigila tu carácter, porque se convierte en tu destino.

Las seis palabras más importantes: "Confieso que he cometido un error"
Las cinco palabras más importantes: "Has hecho un buen trabajo"
Las cuatro palabras más importantes: "Y tú, ¿qué opinas?" Las tres palabras más importantes: "Ten la bondad"
Las dos palabras más importantes: "Muchas gracias"

*Mahatma Gandhi*

El "Sembrador de Estrellas "

El "Sembrador de Estrellas " es una estatua que está en Kaunas, Lituania.
Durante el día puede pasar desapercibida, como muestra la foto.

Cuando la noche llega, La estatua justifica su título.
Como dice su nombre pasa a tener sentido.
Vean entonces la foto en la noche:

No pares de sembrar estrellas, aunque a simple vista no se vean.

“...Queda prohibido no buscar tu felicidad
no vivir tu vida con una actitud positiva
no pensar en que podemos ser mejores
no sentir que sin tí, este mundo no sería igual”.
Pablo Neruda

Dilema de Amor- Les Luthiers - Lutherapia

Para perversos...


Aclamado documental sobre algunas de las mejores películas de la historia del cine, dirigido por la hermana de Ralph Fiennes y escrito y presentado por Slavoj Zizek, reconocido filósofo, psicoanalista y cinéfilo esloveno.

¿Ustedes que opinan? PENSAR LO HUMANO


¿HUMANISMO - POSTMODERNIDAD?

Desde tiempos remotos se ha considerado a la muerte como aquello que les sucede a los otros, argumento éste con el que los hombres de algún modo, por cierto ingenuo, intentan mitigar la angustia que les provoca la certeza del inevitable fin existencial. El filósofo francés Blaise Pascal decía al respecto que: “No habiendo podido los hombres, remediar la muerte, han decidido no pensar en ello.” Pensar acerca de lo humano es el desafío de estos tiempos.

Epicuro de Samos, se ocupó del tema de la muerte en la Carta a Meneceo, decía: “Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros, porque todo bien o todo mal residen en la sensación y la muerte es privación de los sentidos. Por lo cual el recto conocimiento de que la muerte nada es para nosotros hace dichosa la mortalidad de la vida, no porque añada una temporalidad infinita sino porque elimina el ansia de inmortalidad.

Nada temible hay, en efecto, en el vivir para quien ha comprendido realmente que nada temible hay en el no vivir. Así pues, el más terrible de los males, la muerte, nada es para nosotros, porque cuando nosotros somos, la muerte no está presente y, cuando la muerte está presente, nosotros ya no somos. El sabio ni rehúsa la vida ni le teme a la muerte; pues ni el vivir es para él una carga ni considera que es un mal el no vivir.

Decimos que el placer es el principio y culminación de la vida feliz. Al placer, en efecto, reconocemos como el bien primero, a nosotros connatural, de él partimos para toda elección y rechazo, y a él llegamos juzgando todo bien con la sensación como norma. Y como este es el bien primero y connatural, precisamente por ello no elegimos todos los placeres, sino que hay ocasiones en que soslayamos muchos, cuando de ellos se sigue para nosotros una molestia mayor.” Por cierto, que la posmodernidad banaliza las grandes cuestiones que inquietan naturalmente al hombre.

Lo trascendente es considerado como algo insignificante, trivial, superfluo, etc. En este contexto se dice: ¿Para qué pensar? La respuesta que se escucha es: ¡Vivamos la vida! ¡Dejémonos llevar! …Me pregunto: ¿Porqué no pensar?. Ante la respuesta: ¡Dejémonos llevar! Me pregunto: ¿Por quién/es? ¿Hacia dónde?

La opción que presenta el postmodernismo ante todo y específicamente frente al problema de la angustia existencial es la distracción permanente, la que adopta las más variadas formas. En un principio, los medios de distracción han sido sutiles, pero últimamente son tan directos como gro
seros.

¿El postmodernismo no es una forma de antihumanismo? Si privamos al hombre de aquello que le es inherente, se reduce su dimensión y podría decirse junto con Claude Levi Strauss que: “El hombre no es más que una cosa entre las cosas”.

¿Ustedes que opinan?

De Eugenio Benitez, el Viernes, 22 de julio de 2011 a las 18:19

Mirando hacia las estrellas: breve entrevista personal a Stephen Hawking (Video)

‎"Primero: Recuerda mirar arriba a las estrellas y no abajo hacia tus pies. Segundo: no abandones nunca tu trabajo, el trabajo da significado y propósito y la vida sin él está vacía. Tercero: Si eres lo suficientemente afortunado para encontrar el amor recuerda que es algo excepcional y no lo desperdicies" S.Hawking

A LA CAMISETA CELESTE

¡Uruguay campeón de América!

Como ayer, como hoy, como siempre. La Celeste goleó a Paraguay 3-0 y, con 15 títulos, se convirtió en el seleccionado más ganador de la historia del fútbol sudamericano. En una fecha sugestiva, Uruguay dejó bien claro que es el papá de América. Merecido.



Luis Suárez, delantero internacional del Liverpool, llevó hoy a Uruguay a la final de la Copa América tras firmar dos goles ante Perú (0-2) en el estadio Ciudad de la Plata.

Uruguay tumbó a Perú en un gran segundo tiempo. Luis Suárez abrió el marcador en el minuto 52. El portero peruano Raúl Fernández había desviado dentro del área un gran disparo de Diego Forlán. Luis Suárez, atento, mandó dentro el balón.

A los 57, de nuevo apareció Luis Suárez. En una jugada elaborada, con el apoyo de Alvaro Pereira, el nueve de Uruguay dribló en su salida al meta uruguayo y aseguró el pase de su equipo a la final del torneo, que se disputará el próximo 24 de julio en el estadio Monumental de River Plate en Buenos Aires.

El peruano Juan Vargas fue expulsado en el minuto 68 por propinar un codazo al central uruguayo Coates. Al grito de ’soy celeste, soy celeste’, Uruguay celebró el acceso a la final. Mañana, el equipo de Oscar Washington Tabárez conocerá su rival que saldrá de la semifinal Paraguay-Venezuela.

De ganar Uruguay, sumaría 15 títulos y superaría por uno a Argentina. En la actualidad, ambos han ganado 14 trofeos de la Copa América y lideran la lista de galardonados.


En el primer tiempo ni se tocaron

Perú y Uruguay empatan sin goles después de 40 minutosde su partido por las semifinales de la Copa América. El juez de línea capturó en posición adelantada a Diego Lugano y le anuló el gol de irse arriba en la semifinal

Alvaro Pereira remató a bocajarro a los 15 minutos, tras un balón suelo en el área, pero el arquero peruano Raúl Fernández lo atajó.

Uruguay creó peligro durante el primer tiempo con la pelota parada. Perú llegó poco, pero fue fuerte y veloz en el contra ataque.

El peruano Yoshimar Yotún fue amonestado al primer minuto de juego, mientras que el uruguayoLuis Suárez vio la tarjeta amarilla a los 13.

Alineaciones


URUGUAY:
Fernando Muslera, Maximiliano Pereira, Diego Lugano, Sebastián Coates, Martín Cáceres, Alvaro González, Egidio Arévalo Ríos, Sebastián Eguren (Walter Gargano), Alvaro Pereira, Diego Forlán y Luis Suárez.

PERU:
Raúl Fernández, Renzo Revoredo, Santiago Acasiete, Alberto Rodríguez, Walter Vílchez, Reinaldo Cruzado, Alberto Lobatón, Willian Chiroque, Juan Vargas, Luis Advíncula y Paolo Guerrero.

Arbitro: Raúl Orosco (Bolivia). (Tomado de EFE/ Noticias 24)




Mezcla de agua dulce
Mezcla de agua y sal
Aldea dentro de esta aldea universal

Mezcla de inmigrantes
Tano y español
Milonga, candombe
Murga y rocanrol

Nunca favoritos
Siempre desde atrás
Milagro que nos abraza
En el minuto virinal

Soy,
Celeste soy
Soy,
Celeste (X2)

Somos de la sangre
Del Maracaná
Y somos la locura
Que picó el penal

Con el viento en contra
Metiendo pedal
Repecho y bajada
Desde el litoral

Descolgando el cielo
Tres millones van
Color que ilumina sueños
Orgullo de identidad

Soy,
Celeste soy
Soy,
Celeste (X2)

Descolgando el cielo
Tres millones van
Color que ilumina sueños
Orgullo de identidad

Descolgando el cielo
Tres millones van
Color que ilumina sueños (X6)



“Tragedia en Santa Fe”: Uruguay elimina a Argentina de “su” Copa América.

La tanda de penaltis impulsó a Uruguay a las semifinales de la Copa América 2011, en la que Fernando Muslera detuvo el penalti de carlos Tevez, tras un duelo sobresaliente en intensidad y emoción.

Fue un choque trepidante, en el que el equipo celeste sobrevivió casi una hora con un hombre menos y dejó fuera del torneo a Argentina, mejor sobre el terreno de juego.

La ‘albiceleste’ tuvo las mejores ocasiones, pero se estrelló ante Fernando Musleta, el guardameta uruguayo, que detuvo el penalti a Tévez, que sacó un par de manos prodigiosas en la prórroga y que dirigió a su equipo hacia la siguiente ronda de la competición, en la que espera Perú, ganador hoy de su encuentro ante Colombia.

El encuentro siempre cumplió con las expectativas. Desde el primer segundo, cuando el respeto presidía cada intento ofensivo, cuando ambos equipos sólo amagaban, más pendientes de asentarse sobre el césped que de atacar al oponente, hasta el último lanzamiento de penalti de Martín Cáceres, el del triunfo uruguayo.


El partido ya arrancó con ventaja de Uruguay. En el minuto 5, Diego Forlán, que intercambia los papeles de goleador y asistente a balón parado con tanta naturalidad como efectividad, ejecutó una falta lejana, un centro al corazón del área, al que dio continuación Diego Lugano y que empujó Diego Pérez para anotar el 0-1.

El gol despertó a Argentina, herida en su primera ocasión en contra, y atrincheró a Uruguay, a la expectativa frente al dominio de la pelota de la ‘albiceleste’ (hoy vistió de azul marino; Uruguay jugó con camiseta blanca), de la velocidad de Kun Agüero, de las arrancadas de Ángel Di María, de los remates de Gonzalo Higuaín…

Y, sobre todo, de Lionel Messi. El atacante del Barcelona ofreció una demostración de su condición de mejor jugador mundial cuando el marcador estaba en contra -regaló un pase maravilloso a la cabeza de Higuaín para igualar a uno (m. 17)- y cuando ya estuvo equilibrado, aunque más intermitente, para dirigir el juego ofensivo.

No fue suficiente para marcharse en ventaja al descanso, pero sí para sentirse el dueño de un partido que se movía entre el control argentino y el despliegue defensivo de Uruguay y con dos goles anulados, uno a cada uno-, con la peligrosidad celeste a balón parado -dio dos largueros- y la expulsión de Diego Pérez por doble amarilla.

Un panorama prometedor para Argentina, una misión difícil, con aún cincuenta minutos, para la resistencia de Uruguay y una segunda parte repleta de incertidumbre por delante, porque el equipo local aún flojeaba en defensa, era demasiado intermitente en ataque y sólo encontraba la fórmula para inquietar a Muslera con disparos lejanos.

A Uruguay le quedaba el contragolpe. No renunció al ataque Óscar Washington Tabárez, su técnico. Pese a la inferioridad numérica, mantuvo a Forlán y Luis Suárez en punta, a la caza de algún balón ante las dudas atrás de Gabi Milito y Nicolás Burdisso, e incluso, por momentos, protagonizó más oportunidades que su rival.

La emoción acompañó al choque en un tramo final trepidante. Higuaín perdonó a la media vuelta -respondió Muslera con una mano prodigiosa-; Forlán se encontró con la salida de Sergio Romero; Javier Mascherano se marchó a la ducha expulsado por dos amarillas; Tévez acarició el 2-1 en una falta, Higuaín en el posterior rechace; Forlán rozó el 1-2 en una jugada sensacional de Luis Suárez…

El duelo se fue a la prórroga, treinta minutos extras de tensión, de ocasiones y de tremendo esfuerzo, con un amenazante disparo de Álvaro Pereira, un tiro al poste de Higuaín o una jugada magnífica de Messi, y luego a la decisiva tanda de penaltis, resuelta con euforia uruguaya yprofunda decepción argentina. (Con información de EFE)

Ficha técnica
1 (4) - Argentina: Romero; Zabaleta, Burdisso, Gabi Milito, Zanetti; Gago (Biglia, m.96), Mascherano; Messi, Di María (Pastore, m.71), Agüero (Tévez, m.80); e Higuaín.

1 (5) - Uruguay: Muslera; Maxi Pereira, Lugano, Victorino (Scotti, m.19), Cáceres; Álvaro González, Diego Pérez, Arévalo Ríos (Eguren, m.110), Álvaro Pereira (Gargano, m.110); Forlán y Luis Suárez.

Goles: 0-1, m. 5: Diego Pérez. 1-1, m.17: Gonzalo Higuaín.

Tanda de penaltis: 1-0: Messi, gol. 1-1: Forlán, gol. 2-1: Burdisso, gol. 2-2: Luis Suárez, gol. 2-2: Tévez, para Muslera. 2-3: Scotti, gol. 3-3: Pastore, gol. 3-4: Gargano, gol. 4-4: Higuaín, gol. 4-5: Martín Cáceres, gol.

Árbitro: Carlos Amarilla (Paraguay). Expulsó por doble amarilla a Diego Pérez (m. 3 y 38), por parte de Uruguay, y a Mascherano (m. 49 y 83), por Argentina. Amonestó a los argentinos Zabaleta, Gabi Milito, Burdisso, Gago y Tévez y a los uruguayos Cáceres y Álvaro González (m. 42).

Incidencias: partido de cuartos de final de la Copa América 2011, disputado en el estadio Brigadier Estanislao López de Santa Fe ante unos 37.000 espectadores.









Bob Dylan - Es muy dura la lluvia que va a caer.



Oh,¿dónde has estado,
mi querido hijo de ojos azules?
¿dónde has estado,
mi joven querido?

He tropezado con la ladera
de doce brumosas montañas,
he andado y me he arrastrado
en seis autopistas curvadas,
he andado en medio
de siete bosques sombríos,
he estado delante
de una docena de océanos muertos,
me he adentrado diez mil millas
en la boca de un cementerio,
y es dura, es dura,
es dura, es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.

Oh, ¿y qué viste,
mi hijo de ojos azules?
Oh, ¿qué viste,
mi joven querido?

Vi lobos salvajes alrededor
de un recién nacido,
vi una autopista de diamantes
que nadie usaba,
vi una rama negra
goteando sangre todavía fresca,
vi una habitación llena de hombres
cuyos martillos sangraban,
vi una blanca escalera
cubierta de agua,
vi diez mil oradores
de lenguas estaban rotas,
vi pistolas y espadas
en manos de niños,
y es dura, es dura,
es dura, y es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.

¿Y qué oíste,
mi hijo de ojos azules?
¿Y qué oíste,
mi joven querido?

Oí el sonido de un trueno,
que rugió sin aviso,
oí el bramar de una ola
que pudiera anegar el mundo entero,
oí cien tamborileros
cuyas manos ardían,
oí diez mil susurros
y nadie escuchando,
oí a una persona morir de hambre,
oí a mucha gente reír,
oí la canción de un poeta
que moría en la cuneta,
oí el sonido de un payaso
que lloraba en el callejón,
y es dura, es dura,
es dura, es muy dura,
es dura la lluvia que va a caer.

Oh, ¿a quién encontraste,
mi hijo de ojos azules?
¿Y a quién encontraste,
mi joven querido?

Encontré un niño pequeño
junto a un pony muerto,
encontré un hombre blanco
que paseaba un perro negro,
encontré una mujer joven
cuyo cuerpo estaba ardiendo,
encontré a una chica
que me dio un arco iris,
encontré a un hombre
que estaba herido de amor,
encontré a otro,
que estaba herido de odio;
y es dura, es dura,
es dura, es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.

¿Y ahora qué harás,
mi hijo preferido?
¿Y ahora qué harás,
mi joven querido?

Voy a regresar afuera
antes que la lluvia comience a caer,
caminaré hacia el abismo
del más profundo bosque negro,
donde la gente es mucha
y sus manos están vacías,
donde el veneno
contamina sus aguas,
donde el hogar en el valle
encuentra el desaliento de la sucia prisión,
y la cara del verdugo
está siempre bien escondida,
donde el hambre amenaza,
donde las almas están olvidadas,
donde el negro es el color,
y ninguno el número,
y lo contaré, lo diré, lo pensaré
y lo respiraré,
y lo reflejaré desde la montaña
para que todas las almas puedan verlo,
luego me mantendré sobre el océano
hasta que comience a hundirme,
pero sabré bien mi canción
antes de empezar a cantarla,
y es dura, es dura,
es dura, es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.

FACUNDO CABRAL Y CON UNA MILONGA ALCANZA...

Facundo Cabral, juglar de la canción popular argentina, tuvo una vida marcada por el abandono, la pobreza y el dolor, a los que se sobrepuso con una “fuerza espiritual” que fue además motor de su arte y de su mensaje a favor de la paz y la vida.

“Soy un vagabundo first class”, se definió Cabral hace unos pocos meses, en una de sus últimas entrevistas, en la que señaló que de él “no se podía esperar nada” y finalmente tuvo una “vida extraordinaria”.

Esa vida, que se apagó hoy de una forma trágica y violenta en Guatemala, comenzó el 22 de mayo de 1937 en la ciudad bonaerense de La Plata, en el seno de una familia marcada por el abandono de su padre, Rodolfo, cuando Cabral aún estaba en el vientre de su madre.

“Soy un tipo de suerte”, dijo el artista, al relatar que él y dos hermanos son sobrevivientes de un total de siete hijos que tuvo su madre, Sara, quien sola, acosada por la pobreza, resolvió mudarse a Tierra del Fuego, en el extremo sur de Argentina.

Fue autista, según dijo
Autista, según reveló alguna vez el propio artista, Cabral dijo su primera palabra a los 6 años, al pronunciar el nombre de su madre.

Volvió a hablar a los 9, cuando detuvo el auto oficial que trasladaba al entonces presidente Juan Domingo Perón, le preguntó si había trabajo y la esposa del mandatario, Evita, se alegró de que “por fin” alguien pidiera empleo y no limosna y ordenó a los suyos que le dieran un trabajo a Sara.

Así, la familia se traslada a la ciudad bonaerense de Tandil, donde Cabral, mientras trabaja como peón rural, toma contacto con la música folclórica, pero también con el alcohol y la delincuencia.

Estuvo en un reformatorio
Por robar, es enviado a un reformatorio, donde, gracias a un jesuita, mitiga su comportamiento violento entre los libros de una biblioteca.

Finalmente se escapa y se produce el mítico encuentro con Simón, un vagabundo que le hizo descubrir a Dios al recitarle el Sermón de la Montaña y, además, dar el empujón inicial a su carrera musical pues aquella experiencia epifánica le movió a componer su primera canción “Vuele bajo”, una canción de cuna.

Con su guitarra al hombro, pocos años después, se mudó a la turística ciudad bonaerense de Mar del Plata, donde el dueño de un hotel le dio la oportunidad de cantar en público por primera vez.

Su fama se consagra en 1970
Se consagró en 1970 con “No soy de aquí, ni soy de allá”, canción mundialmente famosa.

Predicador del “cristianismo ecuménico”, a Cabral se lo escuchó incansablemente hablar de Jesucristo, de Gandhi y de la Madre Teresa de Calcuta.

Cabral relató que una vez le preguntaron a la beata si tenía amigos artistas, en referencia al cantautor argentino, ella respondió: “El no es artista. Es un testigo. Es un testimonio de lo que puede hacer Dios con tu vida si te dejas llevar por Él”.

Además de su mensaje espiritual, sus canciones se caracterizaron por un tono de crítica social y protesta, rasgo este último por el que se vio obligado a exiliarse en 1976, con el advenimiento de la dictadura militar que gobernó Argentina hasta 1983.

Fue un exiliado
Exiliado en México, siguió con su carrera musical. A los 40 años, conoció en Nueva York al “amor de su vida”, una joven veinte años menor que él con la que tuvo una hija. Ambas murieron en un accidente de avión.

Abatido por la tragedia, fue precisamente la Madre Teresa quien le sacudió preguntándole “Facundo, ¿dónde vas a poner el amor que te va a sobrar?”, y así se lo llevó a bañar leprosos a Calcuta.

En 1984, regresó a Argentina para ser profeta en su tierra, vendiendo discos y llenando teatros y estadios.

Hombre de mil anécdotas, de vida intensa, vivía desde hace algunos años en un hotel de Buenos Aires, ya casi ciego, pero sin dejar de crear y comunicar su arte.

Grabó decenas de discos y escribió varios libros, una decena de ellos editados, entre ellos “Borges y yo”, donde repasa sus diálogos con el célebre escritor argentino.

Declarado por la Unesco “Mensajero mundial de la paz” y nominado al Nobel de la Paz en 2008, Cabral murió paradójicamente víctima de una atroz violencia, a la que no le tenía miedo.

“Si estás poblado de amor no podés tener miedo porque el amor es valentía. Yo me crié en la violencia, con siete hermanos, nueve años en el desierto y cuatro de ellos murieron de hambre y de frío. Me crié con la violencia, luego la dictadura, el abandono de mi padre”, dijo Cabral el año pasado, en un entrevista en México, cuando le preguntaron si no tenía miedo de actuar allí.

(Con información de EFE)

Monólogo de Facundo Cabral
http://www.youtube.com/watch?v=vphCLRxp6ZE[/youtube]



Facundo Cabral - Este es un Nuevo Día
Prosa
Esta es la canción que canto cada mañana al despertar,
Para agradecerle al Cielo,
La gentileza de un nuevo día,
Es decir de una nueva oportunidad.
Porque siempre se puede empezar de nuevo,
En una eternidad siempre se puede empezar de nuevo,
Y esto es tan cierto como que el paraiso no está perdido sino olvidado.

Canto:
Este es un nuevo día,
Para empezar de nuevo,
Para buscar al ángel,
Que me crece los sueños.

Para cantar,
Para reir,
Para volver
A ser feliz Bis

Prosa:
Todos nacemos con un ángel de la guarda,
Pero pocos lo conservamos,
Hay quien prefiere un sicoanalista.
Todos tenemos una conciencia,
Pero pocos la escuchamos,
Hay quien prefiere la televisión.

Todos somos ricos, es decir hijos de Dios,
Pero pocos lo sabemos,

Perdona hermano que yo no entienda que no seas feliz
en tan bello planeta,
que hayas hecho un cementerio de esta tierra,
que es una fiesta.

Tienes un corazón, un cerebro,
Un alma, un espíritu,
Entonces como puedes sentirte pobre y desdichado.

Canto:
En este nuevo día,
Yo dejaré al espejo,
Y trataré de ser,
Por fin un hombre nuevo,

De cara al Sol,
Caminaré,
Y con la Luna,
Volaré. Bis.

Prosa:
Ahora mismo le puedes decir basta a la mujer que ya no te gusta,
Al hombre que ya no amas,
Al trabajo que odias,
A las cosas que te encadenan a la tarjeta de crédito,
A los noticieros que te envenenan desde la mañana y desde el helicóptero,
A los que quieren dirigir tu vida.

Ahora mismo le puedes decir basta al miedo que heredaste,
Porque la vida es aquí y ahora mismo,
Por eso:

Canto:
Este es un nuevo día,
Para empezar de nuevo,
Para buscar al ángel,
Que nos crece los sueños.

Para cantar,
Para reir,
Para volver
A ser feliz Bis

Si Señor.


R.F.G.: Y decime Facundo... que contás o que decís de la muerte ?

F.C.: La muerte es una puerta más. Yo recién tomé el ascensor y fui del primer piso al cuarto, con la muerte es igual.

No sé si voy a pasar a un estadio superior o a un estadio inferior, pero yo no creo en la muerte para nada, creo que voy a dejar lo que me sobra -que es el cuerpo- , un cerebro que me agota porque... "yo tengo hambre", "yo tengo sueño". "yo tengo frío", "yo tengo una idea", "yo tengo razón", "yo voy a ir a México", "yo vuelvo de Argentina"... es agotador!

Unicamente cuando uno para la cabeza es cuando se puede poner en contacto con la totalidad.

Buda entiende que es parte de la totalidad cuando puede parar la cabeza.
No es una tarea fácil,vos decís que hay que usar el cerebro al ciento por ciento para poder detenerlo y es una cosa bastante inusual.

La muerte es un cambio de estadio. A mí me excita la idea.

Si me pasa lo mismo que me pasa en el sueño, que salgo a volar por ahí a caminar siglos en lo que ya uno anduvo y que en la vigilia yo olvidé, pués va a ser un viaje maravilloso.

Mi madre decía cuando estaba por morir: "no se aflijan por mí, aflijanse por ustedes que se quedan acá, porque yo voy a un estadio donde voy a ser contemporánea de Platon, voy a estar con Eva Peron, con Juan el Bautista, con el Che Guevara y con Gandhi, lo mejor, hay mucho mejor gente que la que esta acá, es mucho mejor esa gente que un Gorvachov, que un Reagan, que un Stroessner o que un Pinochet".
Entonces ella estaba muy feliz.

Cuatro décadas sin el misterio de Jim Morrison (+ Video)

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El rastro de los últimos pasos de Jim Morrison, fallecido a la misma edad que Jimi Hendrix, Janis Joplin, Brian Jones o Kurt Cobain, ha dejado París surtido de lugares vinculados a ‘El rey lagarto’ y venerados por sus incondicionales cada 3 de julio.

El próximo domingo, en la parisina sala Bataclan, el teclista y el guitarrista de la banda ofrecerán un concierto homenaje al difunto bajo el nombre de ‘Ray Manzarek & Robby Krieger of The Doors’ en el que no participará John Densmore, batería del grupo original.

Pero existen otros enclaves en la Ciudad de la Luz que velan por el recuerdo del chico tímido y excéntrico que llevó a las radios de todo el mundo el rock psicodélico de temas como ‘The End’, ‘Break On Through’ o ‘Touch Me’.

Protegidos por una valla metálica en la división 6 del cementerio del Père-Lachaise, los restos de James Douglas Morrison (1943-1971) yacen bajo una lápida a la que nunca le faltan flores y donde un epitafio reza: ‘Kata ton daimona eaytoy’ (Fiel a su propio espíritu).

Allí se congregan sus adeptos, que a menudo declaman poemas, hacen fotografías o colocan botellas de bourbon junto a la célebre lápida, mucho más frecuentada que los vecinos lechos del escritor Oscar Wilde, la soprano Maria Callas o el compositor Frédéric Chopin.

‘He sentido tristeza y respeto al ver la tumba’, comenta a Efe Sandy Babtist, londinense afincada en Melbourne que volverá a casa con un pequeño busto del artista guardado en su maleta.

Decorado con sillones de cuero y engalanado con gigantescas efigies de Morrison y su grupo, el Lézard King Bar sirve cócteles como ‘Light My Fire’ o ‘Strange Days’, en honor a las canciones de los ídolos del propietario, Christophe Maillet.

‘He hecho este bar por Jim, con mi colección personal’, explica a Efe Maillet, al que los abogados de ‘The Doors’ le reprochan haber utilizado su nombre y su imagen sin autorización.

Uno de los mayores fetiches de Morrison grabados en las calles de París es el número 17 de la rue de Beautreillis, un inmueble haussmaniano de cinco alturas cercano a la Plaza de los Vosgos.

Se trata del último lugar donde habitó durante sus cuatro meses de residencia en la ciudad y donde fue declarado muerto por paro cardíaco, aunque nunca se le practicó la autopsia, lo que ha generado rocambolescas teorías sobre su muerte.

Sam Bernet, autor de varios libros sobre ‘The Doors’ y propietario de la extinta sala Rock’n Roll Circus, sostiene que Morrison falleció en su bar y que él mismo fue uno de los que le trasladaron desde la discoteca hasta su casa.

‘Yo estaba entre las tres personas que le encontraron muerto en los lavabos de la discoteca’, dice Bernet, quien asegura que un cliente y médico ‘constató el deceso por sobredosis’ de heroína.

Hay también quienes sospechan que Jim Morrison nunca falleció, y quienes creen que su padre, militar de profesión, sustrajo el cuerpo del sepulcro y lo repatrió a Estados Unidos clandestinamente.

‘En el fondo de mi corazón, no quiero pensar que murió de sobredosis. Jim era mejor que todo eso’, comenta Sandy Babtist.

‘El Rey Lagarto’, aficionado a consumir drogas psicotrópicas como la marihuana, el LSD o el peyote para adentrarse en experiencias chamánicas, había llegado a París convertido en un obeso, alcohólico y desaliñado, para centrarse en su poesía. Corría marzo de 1971.

Era un Morrison ajeno al joven sensual y provocador que poco antes hechizaba en los escenarios con sus pantalones ajustados de cuero y sus improvisaciones poéticas.

‘Sin ‘The Doors’, Jim solo habría sido un borracho y un adicto como todos nosotros’, bromea Caataa Reed, que ha volado desde Australia para conmemorar en París su aniversario.

Un año antes de llegar a Francia, Morrison había sido condenado por conducta lasciva y libidinosa durante un concierto en Miami, aunque logró evitar la cárcel con apelaciones y una fianza de 50.000 dólares.

El universo del rock se había enrarecido con las muertes casi consecutivas de Jimi Hendrix y de Janis Joplin, y ‘Jimbo’ se refugió en París con su novia Pamela Courson, quien poco después le encontraría muerto en su bañera.

‘Jim no habría ido a París si no hubiera ocurrido toda esa mierda de Miami’, lamenta Baptist al recordar cómo terminó la espiral de éxito y autodestrucción de aquel estudiante de cine la Universidad de Los Ángeles (UCLA) que a los 21 años fundó un grupo llamado ‘The Doors’ y con el que llegó a cotas de popularidad reservadas solo a un puñado de leyendas del rock.

(Tomado de Noticias Terra)

En video, frases de Jim Morrison en español


TODAVÍA NO LO HE DICHO

El más bello de los mares
es aquel que no hemos visto.
La más linda criatura
todavía no ha nacido.
Nuestros días más hermosos
aún no los hemos vivido.
Y lo mejor de todo aquello que tengo que decirte
todavía no lo he dicho.

Nazim Hikmet

Nazım Hikmet Ran (Salónica, Imperio otomano, 20 de noviembre de 1901 - Moscú, 3 de junio de 1963) fue un poeta y dramaturgo turco, considerado en Occidente el poeta más importante en lengua turca del siglo XX. Sus obras han sido traducidas a numerosos idiomas. Largamente exiliado de su país de origen a causa de su militancia comunista, murió en 1963 como ciudadano polaco
.Biografía Nació en la ciudad de Salónica, actualmente Tesalónica, en Grecia, pero que en la época de su nacimiento formaba parte del Imperio otomano. Aunque en realidad había nacido dos meses antes, su nacimiento se registró el 15 de enero de 1902, y ésta fue considerada la fecha oficial . Su padre, Nazım Hikmet Bey, era un alto funcionario imperial, y su madre, Ayşe Dshalila, una destacada pintora. Estudió en el instituto francés Galatasaray de Estambul, y más adelante en la escuela naval de Turquía, aunque no llegó a embarcarse a causa de su estado de salud. Durante la guerra de independencia, se unió a Atatürk en Anatolia y ejerció de maestro en Bolu. En 1921, impresionado por la revolución rusa, viajó a la Unión Soviética. Estudió sociología y ciencias económicas en la Universidad de Moscú e ingresó en el partido comunista turco.En diciembre de 1924 regresó a Estambul y se incorporó a la redacción del diario Aydınlık (Claridad), órgano del Partido Comunista, que fue clausurado por las autoridades en febrero de 1925, coincidiendo con las medidas excepcionales que el Gobierno había adoptado tomando como pretexto un alzamiento kurdo.

Los colaboradores de Aydınlık fueron detenidos y procesados. Nazım Hikmet logró evitar ser arrestado huyendo a Esmirna y pasando a la clandestinidad. Juzgado en rebeldía, fue condenado a 15 años de cárcel, por lo que, en septiembre de 1925, volvió a escaparse a la Unión Soviética. Allí tomó parte en la creación de un teatro-estudio (METLA), que desapareció en marzo de 1927.Regresó a Turquía en 1928, sin pasaporte, y, tras pasar seis meses en prisión, se dedicó a escribir para el diario Akşam poemas, novelas, relatos, artículos, ensayos y teatro. En 1929 publicó sus libros de poemas 835 líneas, La Gioconda y Si-Ya-U.

En esta época formó parte también del comité de redacción de la revista vanguardista Resimli Ay (Mensual Ilustrado), que causó gran revuelo en medios intelectuales. Conoce entonces a su futura primera esposa, Pirayé, que entonces contaba apenas 22 años.En 1930 publica dos nuevos poemarios, Varan 3 (Y van 3) y 1+1=2, el segundo en colaboración con Nail V. (Nail Çakirhan); en 1931, La ciudad que perdió la voz, ilustrada por Abidin Dino; y, en 1932, la antología de poemas Telegrama nocturno, y ¿Por qué se ha suicidado Benerci?.

También escribió obras teatrales: Kafatası (El cráneo) y La casa de un muerto, estrenadas ambas en Estambul en 1932.En 1933 fue detenido y encarcelado, acusado de asociación ilegal y de pretender implantar el régimen soviético, aunque en 1935 se benefició de una amnistía general. Al salir de la cárcel contrajo matrimonio con Pirayé. En los años treinta publica dos de sus obras más importantes: los poemas narrativos La epopeya del jeque Bedreddin (Şeyh Bedrettin Destanı, 1936), en la que glosa la figura de un líder religioso revolucionario del siglo XIV; y Cartas a Taranta Babd (Taranta Babu'ya Mektuplar, 1935), sobre la invasión de Etiopía por las tropas deMussolini.En 1938 fue condenado a 28 años y 4 meses de prisión por sedición.

Pasó doce años en la cárcel. En la prisión de Bursa conoció a los jóvenes Orhan Kemal, futuro gran escritor, eIbrahim Balaban, que alcanzaría el éxito con su obra pictórica. Durante su permanencia en prisión contrajo matrimonio con Münevver Andaç (fue su segundo matrimonio). En la cárcel escribió sus Poemas de las 22-23 horas, y su obra más ambiciosa, Paisajes humanos de mi país, en la que se proponía retratar a su pueblo en diferentes momentos históricos.Gracias a una importante campaña internacional para pedir su liberación, es amnistiado en 1951.

Ese mismo año abandona Turquía para siempre. Despojado de su nacionalidad turca, terminó su vida en el exilio como ciudadano polaco. Murió de un ataque al corazón en Moscú.Hıkmet abandonó las formas métricas tradicionales de la poesía turca en busca de nuevas formas de expresión. Esta búsqueda formal alcanzó su momento culminante durante sus primeros años en la Unión Soviética, entre 1922 y 1925. En esta época comenzó a utilizar el verso libre. Su obra está muy influenciada por la poesía de Maiakovski y de los futuristas rusos.La obra de Hıkmet se caracteriza por el compromiso político. Uno de sus poemas, traducido al inglés como "I Come and Stand at Every Door", musicalizado por varios cantautores norteamericanos (entre ellos Pete Seeger y los Byrds, en cuyo disco Fifth Dimension figura la canción), da la palabra a un niño de siete años fallecido en Hiroshima, y es uno de los más duros alegatos contra la guerra jamás escritos.Nazim solia decir:"Soy poeta, silbando voy por la calles y dibujando en las paredes mis poemas en forma de rayos..."



A veces, sólo a veces...

Retirarse no es rendirse,
ni estar en contra es agredir.

Cambiar no es hipocresía
y derrumbar no es destruir.

Estar a solas no es apartarse,
y el silencio no tener qué decir.

Quedarse quieto no es por pereza,
ni cobardía es sobrevivir.

Sumergirse no es ahogarse,
ni retrocedes para huir.

No se desciende trastabillando,
ni el cielo ganas por bien sufrir.

Y las condenas no son eternas,
ni por perdones vas a morir.


A veces, sólo a veces...


Hace falta lograr soltarse,
izar las velas, abandonarse,
dejar que fluya, que el viento cambie,
cerrar los ojos y enmudecer.

Carta de Julio Cortazar a un amigo

Anticipo exclusivo de un libro que reúne 127 misivas inéditas escritas por Julio Cortázar entre 1951 y 1983. En Cartas a los Jonquieres , el autor de Rayuela revela detalles de su vida en Francia, secretos de su obra y su mirada sobre el arte


París, 24 de febrero de 1952

Mi querido Eduardo:

[...] Es la noche del domingo, y descanso un poco, solo en mi cuarto, después de una semana llena de cosas, idas y venidas, curiosas experiencias, "peladas de frente" y grandes maravillas. Hay un gran silencio en la Cité porque es medianoche, los últimos grupos de estudiantes se han disuelto, y callan los aparatos de radio -uno o dos- de mi piso. Tengo conmigo a un gatito, que me toca alimentar y guardar esta noche, pues es el hijo colectivo de los habitantes del tercer piso. (Hace una semana lo salvé de morirse helado en la nieve, y como recompensa el tipo me chupó de tal modo un pulóver que había a los pies de la cama, que me lo dejó arruinado para siempre.) Pienso que hace dos años justos yo estaba en Venecia, disponiéndome a venir al misterioso París. Ya llevo aquí cuatro meses, y anoche, al hacer un balance mental de este tiempo, me daba cuenta de la asombrosa familiaridad con que me muevo en este mundo. Ahí está, ahora, el peligro. Es ahora que debo vigilar mi visión, mi manera de situarme frente a cosas que cada vez conozco mejor; es ahora que debo impedir que los conceptos me escamoteen las vivencias. Me aterraría (¡no me ha sucedido, por suerte!) pasar un día apurado frente a Notre-Dame y echarle apenas la ojeada sin intencionalidad que se dedica a los bancos o a las casas de renta. Quiero que la maravilla de la primera vez sea siempre la recompensa de mi mirada. Puedo darme el lujo de pasar cerca del Museo de Cluny y decirme: "Entraré otro día". Pero entrar ahí tiene que seguir siendo una cosa grave, última, la verdadera razón de mi presencia en París. Nos reímos de los turistas, pero te aseguro que yo quiero ser hasta el final un turista en París, el hombre que anota en su agenda: Jueves, ir a ver el San Sebastián de Mantegna... Es tan horrible advertir a cada minuto cómo las facultades intelectuales empiétent [desbordan] sobre las intuiciones puras, tratando de esquematizarte el mundo... Lo atroz de B.A. es que es materia mucho más intelectual que estética, y apresura ese horrendo proceso de cristalización de un hombre. Por eso los argentinos son gente de tanto "carácter" (!), de tanta "personalidad" -repertorios de ideas definitivamente fijas, cuajadas, sin movimiento posible. Todo el mundo tiene allí su opinión sobre las cosas, pero coincidirás conmigo en que basta opinar sobre una cosa para, en el mismo acto, dejar de verla. La idea de Wilde en su "Retrato de Mr. W. H." es realmente profunda: si en el acto de probar que una cosa es A o B, ocurre que de golpe se siente una angustia terrible y la sensación del descreimiento total en lo afirmado, ello se debe a que todo hombre inteligente y sensible sabe que una prueba es siempre otra cosa, que no toca para nada la realidad esencial de eso de que se habla. Yo quisiera que París se me diera siempre como la ciudad del primer día. Llevo aquí 4 meses: pero llegué anoche, llegaré otra vez esta noche. Mañana es mi primer día de París. [...]

Un muy gran abrazo, y que ésta te encuentre bien.

Julio

Teoria y juego del duende (conferencia de Federico Garcia Lorca)

Conferencia de Federico García Lorca

Madrid, 1933

Señoras y señores:

Desde el año 1918, que ingresé en la Residencia de Estudiantes de Madrid, hasta 1928, en que la abandoné, terminados mis estudios de Filosofía y Letras, he oído en aquel refinado salón, donde acudía para corregir su frivolidad de playa francesa la vieja aristocracia española, cerca de mil conferencias.
Con ganas de aire y de sol, me he aburrido tanto, que al salir me he sentido cubierto por una leve ceniza casi a punto de convertirse en pimienta de irritación.
No. Yo no quisiera que entrase en la sala ese terrible moscardón del aburrimiento que ensarta todas las cabezas por un hilo tenue de sueño y pone en los ojos de los oyentes unos grupos diminutos de puntas de alfiler.
De modo sencillo, con el registro que en mi voz poética no tiene luces de maderas, ni recodos de cicuta, ni ovejas que de pronto son cuchillos de ironías, voy a ver si puedo daros una sencilla lección sobre el espíritu oculto de la dolorida España. El que está en la piel de toro extendida entre los Júcar, Guadalete, Sil o Pisuerga (no quiero citar a los caudales junto a las ondas color melena de león que agita el Plata), oye decir con medida frecuencia: "Esto tiene mucho duende". Manuel Torres, gran artista del pueblo andaluz, decía a uno que cantaba: "Tú tienes voz, tú sabes los estilos, pero no triunfaras nunca, porque tú no tienes duende".
En toda Andalucía, roca de Jaén y caracola de Cádiz, la gente habla constantemente del duende y lo descubre en cuanto sale con instinto eficaz. El maravilloso cantaor El Lebrijano, creador de la Debla, decía: "Los días que yo canto con duende no hay quien pueda conmigo"; la vieja bailarina gitana La Malena exclamó un día oyendo tocar a Brailowsky un fragmento de Bach: "¡Ole! ¡Eso tiene duende!", y estuvo aburrida con Gluck y con Brahms y con Darius Milhaud. Y Manuel Torres, el hombre de mayor cultura en la sangre que he conocido, dijo, escuchando al propio Falla su Nocturno del Generalife, esta espléndida frase: "Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende". Y no hay verdad más grande.
Estos sonidos negros son el misterio, las raíces que se clavan en el limo que todos conocemos, que todos ignoramos, pero de donde nos llega lo que es sustancial en el arte. Sonidos negros dijo el hombre popular de España y coincidió con Goethe, que hace la definición del duende al hablar de Paganini, diciendo: "Poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica".
Así, pues, el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar. Yo he oído decir a un viejo maestro guitarrista: "El duende no está en la garganta; el duende sube por dentro desde la planta de los pies". Es decir, no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto.
Este "poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica" es, en suma, el espíritu de la sierra, el mismo duende que abrazó el corazón de Nietzsche, que lo buscaba en sus formas exteriores sobre el puente Rialto o en la música de Bizet, sin encontrarlo y sin saber que el duende que él perseguía había saltado de los misteriosos griegos a las bailarinas de Cádiz o al dionisíaco grito degollado de la siguiriya de Silverio.
Así, pues, no quiero que nadie confunda al duende con el demonio teológico de la duda, al que Lutero, con un sentimiento báquico, le arrojó un frasco de tinta en Nuremberg, ni con el diablo católico, destructor y poco inteligente, que se disfraza de perra para entrar en los conventos, ni con el mono parlante que lleva el truchimán de Cervantes, en la comedia de los celos y las selvas de Andalucía.
No. El duende de que hablo, oscuro y estremecido, es descendiente de aquel alegrísimo demonio de Sócrates, mármol y sal que lo arañó indignado el día en que tomó la cicuta, y del otro melancólico demonillo de Descartes, pequeño como almendra verde, que, harto de círculos y líneas, salió por los canales para oír cantar a los marineros borrachos.
Todo hombre, todo artista llamará Nietzsche, cada escala que sube en la torre de su perfección es a costa de la lucha que sostiene con un duende, no con un ángel, como se ha dicho, ni con su musa. Es preciso hacer esa distinción fundamental para la raíz de la obra. El ángel guía y regala como San Rafael, defiende y evita como San Miguel, y previene como San Gabriel.
El ángel deslumbra, pero vuela sobre la cabeza del hombre, está por encima, derrama su gracia, y el hombre, sin ningún esfuerzo, realiza su obra o su simpatía o su danza. El ángel del camino de Damasco y el que entró por las rendijas del balconcillo de Asís, o el que sigue los pasos de Enrique Susson, ordena y no hay modo de oponerse a sus luces, porque agita sus alas de acero en el ambiente del predestinado.
La musa dicta, y, en algunas ocasiones, sopla. Puede relativamente poco, porque ya está lejana y tan cansada (yo la he visto dos veces), que tuve que ponerle medio corazón de mármol. Los poetas de musa oyen voces y no saben dónde, pero son de la musa que los alienta y a veces se los merienda. Como en el caso de Apollinaire, gran poeta destruido por la horrible musa con que lo pintó el divino angélico Rousseau. La musa despierta la inteligencia, trae paisaje de columnas y falso sabor de laureles, y la inteligencia es muchas veces la enemiga de la poesía, porque imita demasiado, porque eleva al poeta en un bono de agudas aristas y le hace olvidar que de pronto se lo pueden comer las hormigas o le puede caer en la cabeza una gran langosta de arsénico, contra la cual no pueden las musas que hay en los monóculos o en la rosa de tibia laca del pequeño salón.
Ángel y musa vienen de fuera; el ángel da luces y la musa da formas (Hesíodo aprendió de ellas). Pan de oro o pliegue de túnicas, el poeta recibe normas en su bosquecillo de laureles. En cambio, al duende hay que despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre.
Y rechazar al ángel y dar un puntapié a la musa, y perder el miedo a la fragancia de violetas que exhale la poesía del siglo XVIII y al gran telescopio en cuyos cristales se duerme la musa enferma de límites.
La verdadera lucha es con el duende.
Se saben los caminos para buscar a Dios, desde el modo bárbaro del eremita al modo sutil del místico. Con una torre como Santa Teresa, o con tres caminos como San Juan de la Cruz. Y aunque tengamos que clamar con voz de Isaías: "Verdaderamente tú eres Dios escondido", al fin y al cabo Dios manda al que lo busca sus primeras espinas de fuego.
Para buscar al duende no hay mapa ni ejercicio. Solo se sabe que quema la sangre como un tópico de vidrios, que agota, que rechaza toda la dulce geometría aprendida, que rompe los estilos, que hace que Goya, maestro en los grises, en los platas y en los rosas de la mejor pintura inglesa, pinte con las rodillas y los puños con horribles negros de betún; o que desnuda a Mosén Cinto Verdaguer con el frío de los Pirineos, o lleva a Jorge Manrique a esperar a la muerte en el páramo de Ocaña, o viste con un traje verde de saltimbanqui el cuerpo delicado de Rimbaud, o pone ojos de pez muerto al conde Lautréamont en la madrugada del boulevard.
Los grandes artistas del sur de España, gitanos o flamencos, ya canten, ya bailen, ya toquen, saben que no es posible ninguna emoción sin la llegada del duende. Ellos engañan a la gente y pueden dar sensación de duende sin haberlo, como os engañan todos los días autores o pintores o modistas literarios sin duende; pero basta fijarse un poco, y no dejarse llevar por la indiferencia, para descubrir la trampa y hacerle huir con su burdo artificio.
Una vez, la "cantaora" andaluza Pastora Pavón, La Niña de los Peines, sombrío genio hispánico, equivalente en capacidad de fantasía a Goya o a Rafael el Gallo, cantaba en una tabernilla de Cádiz. Jugaba con su voz de sombra, con su voz de estaño fundido, con su voz cubierta de musgo, y se la enredaba en la cabellera o la mojaba en manzanilla o la perdía por unos jarales oscuros y lejanísimos. Pero nada; era inútil. Los oyentes permanecían callados.
Allí estaba Ignacio Espeleta, hermoso como una tortuga romana, a quien preguntaron una vez: "¿Cómo no trabajas?"; y él, con una sonrisa digna de Argantonio, respondió: "¿Cómo voy a trabajar, si soy de Cádiz?"
Allí estaba Eloísa, la caliente aristócrata, ramera de Sevilla, descendiente directa de Soledad Vargas, que en el treinta no se quiso casar con un Rothschild porque no la igualaba en sangre. Allí estaban los Floridas, que la gente cree carniceros, pero que en realidad son sacerdotes milenarios que siguen sacrificando toros a Gerión, y en un ángulo, el imponente ganadero don Pablo Murube, con aire de máscara cretense. Pastora Pavón terminó de cantar en medio del silencio. Solo, y con sarcasmo, un hombre pequeñito, de esos hombrines bailarines que salen, de pronto, de las botellas de aguardiente, dijo con voz muy baja: "¡Viva París!", como diciendo: "Aquí no nos importan las facultades, ni la técnica, ni la maestría. Nos importa otra cosa".
Entonces La Nina de los Peines se levantó como una loca, tronchada igual que una llorona medieval, y se bebió de un trago un gran vaso de cazalla como fuego, y se sentó a cantar sin voz, sin aliento, sin matices, con la garganta abrasada, pero... con duende. Había logrado matar todo el andamiaje de la canción para dejar paso a un duende furioso y abrasador, amigo de vientos cargados de arena, que hacía que los oyentes se rasgaran los trajes casi con el mismo ritmo con que se los rompen los negros antillanos del rito, apelotonados ante la imagen de Santa Bárbara.
La Niña de los Peines tuvo que desgarrar su voz porque sabía que la estaba oyendo gente exquisita que no pedía formas, sino tuétano de formas, música pura con el cuerpo sucinto para poder mantenerse en el aire. Se tuvo que empobrecer de facultades y de seguridades; es decir, tuvo que alejar a su musa y quedarse desamparada, que su duende viniera y se dignara luchar a brazo partido. ¡Y cómo cantó! Su voz ya no jugaba, su voz era un chorro de sangre digna por su dolor y su sinceridad, y se abría como una mano de diez dedos por los pies clavados, pero llenos de borrasca, de un Cristo de Juan de Juni.
La llegada del duende presupone siempre un cambio radical en todas las formas sobre planos viejos, da sensaciones de frescura totalmente inéditas, con una calidad de rosa recién creada, de milagro, que llega a producir un entusiasmo casi religioso.
En toda la música árabe, danza, canción o elegía, la llegada del duende es saludada con enérgicos "¡Alá, Alá!", "¡Dios, Dios!", tan cerca del "¡Olé!" de los toros, que quién sabe si será lo mismo; y en todos los cantos del sur de España la aparición del duende es seguida por sinceros gritos de "¡Viva Dios!", profundo, humano, tierno grito de una comunicación con Dios por medio de los cinco sentidos, gracias al duende que agita la voz y el cuerpo de la bailarina, evasión real y poética de este mundo, tan pura como la conseguida por el rarísimo poeta del XVII Pedro Soto de Rojas a través de siete jardines o la de Juan Calímaco por una temblorosa escala de llanto.
Naturalmente, cuando esa evasión está lograda, todos sienten sus efectos: el iniciado, viendo cómo el estilo vence a una materia pobre, y el ignorante, en el no sé qué de una autentica emoción. Hace años, en un concurso de baile de Jerez de la Frontera se llevó el premio una vieja de ochenta años contra hermosas mujeres y muchachas con la cintura de agua, por el solo hecho de levantar los brazos, erguir la cabeza y dar un golpe con el pie sobre el tabladillo; pero en la reunión de musas y de ángeles que había allí, bellezas de forma y bellezas de sonrisa, tenía que ganar y ganó aquel duende moribundo que arrastraba por el suelo sus alas de cuchillos oxidados.
Todas las artes son capaces de duende, pero donde encuentra más campo, como es natural, es en la música, en la danza y en la poesía hablada, ya que estas necesitan un cuerpo vivo que interprete, porque son formas que nacen y mueren de modo perpetuo y alzan sus contornos sobre un presente exacto.
Muchas veces el duende del músico pasa al duende del intérprete y otras veces, cuando el músico o el poeta no son tales, el duende del intérprete, y esto es interesante, crea una nueva maravilla que tiene en la apariencia, nada más, la forma primitiva. Tal el caso de la enduendada Eleonora Duse, que buscaba obras fracasadas para hacerlas triunfar, gracias a lo que ella inventaba, o el caso de Paganini, explicado por Goethe, que hacía oír melodías profundas de verdaderas vulgaridades, o el caso de una deliciosa muchacha del Puerto de Santa María, a quien yo le vi cantar y bailar el horroroso cuplé italiano O Mari!, con unos ritmos, unos silencios y una intención que hacían de la pacotilla italiana una aura serpiente de oro levantado. Lo que pasaba era que, efectivamente, encontraban alguna cosa nueva que nada tenía que ver con lo anterior, que ponían sangre viva y ciencia sobre cuerpos vacíos de expresión.
Todas las artes, y aun los países, tienen capacidad de duende, de ángel y de musa; y así como Alemania tiene, con excepciones, musa, y la Italia tiene permanentemente ángel, España está en todos tiempos movida por el duende, como país de música y danza milenaria, donde el duende exprime limones de madrugada, y como país de muerte, como país abierto a la muerte.
En todos los países la muerte es un fin. Llega y se corren las cortinas. En España, no. En España se levantan. Muchas gentes viven allí entre muros hasta el día en que mueren y los sacan al sol. Un muerto en España está más vivo como muerto que en ningún sitio del mundo: hiere su perfil como el filo de una navaja barbera. El chiste sobre la muerte y su contemplación silenciosa son familiares a los españoles. Desde El sueño de las calaveras, de Quevedo, hasta el Obispo podrido, de Valdés Leal, y desde la Marbella del siglo XVII, muerta de parto en mitad del camino, que dice:

La sangre de mis entrañas
cubriendo el caballo está.
Las patas de tu caballo
echan fuego de alquitrán...
al reciente mozo de Salamanca,
muerto por el toro, que clama:
Amigos, que yo me muero;
amigos, yo estoy muy malo.
Tres pañuelos tengo dentro
y este que meto son cuatro...

Hay una barandilla de flores de salitre, donde se asoma un pueblo de contempladores de la muerte, con versículos de Jeremías por el lado más áspero, o con ciprés fragante por el lado más lírico; pero un país donde lo más importante de todo tiene un último valor metálico de muerte.
La cuchilla y la rueda del carro, y la navaja y las barbas pinchonas de los pastores, y la luna pelada, y la mosca, y las alacenas húmedas, y los derribos, y los santos cubiertos de encaje, y la cal, y la línea hiriente de aleros y miradores tienen en España diminutas hierbas de muerte, alusiones y voces perceptibles para un espíritu alerta, que nos llama la memoria con el aire yerto de nuestro propio tránsito. No es casualidad todo el arte español ligado con nuestra sierra, lleno de cardos y piedras definitivas, no es un ejemplo aislado la lamentación de Pleberio o las danzas del maestro Josef María de Valdivieso, no es un azar el que de toda la balada europea se destaque esta amada española:

-Si tú eres mi linda amiga,
¿cómo no me miras, di?
-Ojos con que te miraba
a la sombra se los di
-Si tú eres mi linda amiga,
¿cómo no me besas, di?
-Labios con que te besaba
a la sierra se los di.
-Si tú eres mi linda amiga,
¿cómo no me abrazas, di?
-Brazos con que te abrazaba
de gusanos los cubrí.

Ni es extraño que en los albores de nuestra lírica suene esta canción:

Dentro del vergel
moriré
dentro del rosal
matar me han.
Yo me iba, mi madre,
las rosas a coger,
hallara la muerte
dentro del vergel.
Yo me iba, madre,
las rosas a cortar,
hallara la muerte
dentro del rosal.
Dentro del vergel
moriré,
dentro del rosal
matar me han.

Las cabezas heladas por la luna que pintó Zurbarán, el amarillo manteca con el amarillo relámpago del Greco, el relato del padre Sigüenza, la obra íntegra de Goya, el ábside de la iglesia de El Escorial, toda la escultura policromada, la cripta de la casa ducal de Osuna, la muerte con la guitarra de la capilla de los Benaventes en Medina de Rioseco, equivalen a lo culto en las romerías de San Andrés de Teixido, donde los muertos llevan sitio en la procesión, a los cantos de difuntos que cantan las mujeres de Asturias con faroles llenos de llamas en la noche de noviembre, al canto y danza de la sibila en las catedrales de Mallorca y Toledo, al oscuro In Recort tortosino y a los innumerables ritos del Viernes Santo, que con la cultísima fiesta de los toros forman el triunfo popular de la muerte española. En el mundo, solamente Méjico puede cogerse de la mano con mi país.
Cuando la musa ve llegar a la muerte cierra la puerta o levanta un plinto o pasea una urna y escribe un epitafio con mano de cera, pero en seguida vuelve a rasgar su laurel con un silencio que vacila entre dos brisas. Bajo el arco truncado de la oda, ella junta con sentido fúnebre las flores exactas que pintaron los italianos del xv y llama al seguro gallo de Lucrecio para que espante sombras imprevistas.
Cuando ve llegar a la muerte, el ángel vuela en círculos lentos y teje con lágrimas de hielo y narciso la elegía que hemos visto temblar en las manos de Keats, y en las de Villasandino, y en las de Herrera, y en las de Bécquer y en las de Juan Ramón Jiménez. Pero ¡qué horror el del ángel si siente una arena, por diminuta que sea, sobre su tierno pie rosado!
En cambio, el duende no llega si no ve posibilidad de muerte, si no sabe que ha de rondar su casa, si no tiene seguridad de que ha de mecer esas ramas que todos llevamos y que no tienen, que no tendrán consuelo. Con idea, con sonido o con gesto, el duende gusta de los bordes del pozo en franca lucha con el creador. Ángel y musa se escapan con violín o compás, y el duende hiere, y en la curación de esta herida, que no se cierra nunca, está lo insólito, lo inventado de la obra de un hombre.
La virtud mágica del poema consiste en estar siempre enduendado para bautizar con agua oscura a todos los que lo miran, porque con duende es más fácil amar, comprender, y es seguro ser amado, ser comprendido, y esta lucha por la expresión y por la comunicación de la expresión adquiere a veces, en poesía, caracteres mortales.
Recordad el caso de la flamenquísima y enduendada Santa Teresa, flamenca no por atar un toro furioso y darle tres pases magníficos, que lo hizo; no por presumir de guapa delante de fray Juan de la Miseria ni por darle una bofetada al Nuncio de Su Santidad, sino por ser una de las pocas criaturas cuyo duende (no cuyo ángel, porque el ángel no ataca nunca) la traspasa con un dardo, queriendo matarla por haberle quitado su último secreto, el puente sutil que une los cinco sentidos con ese centro en carne viva, en nube viva, en mar viva, del Amor libertado del Tiempo.
Valentísima vencedora del duende, y caso contrario al de Felipe de Austria, que, ansiando buscar musa y ángel en la teología, se vio aprisionado por el duende de los ardores fríos en esa obra de El Escorial, donde la geometría limita con el sueño y donde el duende se pone careta de musa para eterno castigo del gran rey.
Hemos dicho que el duende ama el borde, la herida, y se acerca a los sitios donde las formas se funden en un anhelo superior a sus expresiones visibles.
En España (como en los pueblos de Oriente, donde la danza es expresión religiosa) tiene el duende un campo sin límites sobre los cuerpos de las bailarinas de Cádiz, elogiadas por Marcial, sobre los pechos de los que cantan, elogiados por Juvenal, y en toda la liturgia de los toros, auténtico drama religioso donde, de la misma manera que en la misa, se adore y se sacrifica a un Dios.
Parece como si todo el duende del mundo clásico se agolpara en esta fiesta perfecta, exponente de la cultura y de la gran sensibilidad de un pueblo que descubre en el hombre sus mejores iras, sus mejores bilis y su mejor llanto. Ni en el baile español ni en los toros se divierte nadie; el duende se encarga de hacer sufrir por medio del drama, sobre formas vivas, y prepara las escaleras para una evasión de la realidad que circunda.
El duende opera sobre el cuerpo de la bailarina como el aire sobre la arena. Convierte con mágico poder una muchacha en paralítica de la luna, o llena de rubores adolescentes a un viejo roto que pide limosna por las tiendas de vino, da con una cabellera olor de puerto nocturno, y en todo momento opera sobre los brazos con expresiones que son madres de la danza de todos los tiempos.
Pero imposible repetirse nunca, esto es muy interesante de subrayar. El duende no se repite, como no se repiten las formas del mar en la borrasca.
En los toros adquiere sus acentos más impresionantes, porque tiene que luchar, por un lado, con la muerte, que puede destruirlo, y por otro lado, con la geometría, con la medida, base fundamental de la fiesta.
El toro tiene su órbita; el torero, la suya, y entre órbita y órbita un punto de peligro donde está el vértice del terrible juego.
Se puede tener musa con la muleta y ángel con las banderillas y pasar por buen torero, pero en la faena de capa, con el toro limpio todavía de heridas, y en el momento de matar, se necesita la ayuda del duende para dar en el clavo de la verdad artística.
El torero que asusta al público en la plaza con su temeridad no torea, sino que está en ese plano ridículo, al alcance de cualquier hombre, de jugarse la vida; en cambio, el torero mordido por el duende da una lección de música pitagórica y hace olvidar que tira constantemente el corazón sobre los cuernos.
Lagartijo con su duende romano, Joselito con su duende judío, Belmonte con su duende barroco y Cagancho con su duende gitano, enseñan, desde el crepúsculo del anillo, a poetas, pintores y músicos, cuatro grandes caminos de la tradición española.
España es el único país donde la muerte es el espectáculo nacional, donde la muerte toca largos clarines a la llegada de las primaveras, y su arte está siempre regido por un duende agudo que le ha dado su diferencia y su calidad de invención.
El duende que llena de sangre, por vez primera en la escultura, las mejillas de los santos del maestro Mateo de Compostela, es el mismo que hace gemir a San Juan de la Cruz o quema ninfas desnudas por los sonetos religiosos de Lope.
El duende que levanta la torre de Sahagún o trabaja calientes ladrillos en Calatayud o Teruel es el mismo que rompe las nubes del Greco y echa a rodar a puntapiés alguaciles de Quevedo y quimeras de Goya.
Cuando llueve saca a Velázquez enduendado, en secreto, detrás de sus grises monárquicos; cuando nieva hace salir a Herrera desnudo para demostrar que el frío no mata; cuando arde, mete en sus llamas a Berruguete y le hace inventar un nuevo espacio para la escultura. La musa de Góngora y el ángel de Garcilaso han de soltar la guirnalda de laurel cuando pasa el duende de San Juan de la Cruz, cuando

El ciervo vulnerado
por el otero asoma.

La musa de Gonzalo de Berceo y el ángel del Arcipreste de Hita se han de apartar para dejar paso a Jorge Manrique cuando llega herido de muerte a las puertas del castillo de Belmonte. La musa de Gregorio Hernández y el ángel de José de Mora han de alejarse para que cruce el duende que llora lágrimas de sangre de Mena y el duende con cabeza de toro asirio de Martínez Montañés, como la melancólica musa de Cataluña y el ángel mojado de Galicia han de mirar, con amoroso asombro, al duende de Castilla, tan lejos del pan caliente y de la dulcísima vaca que pasta con normas de cielo barrido y sierra seca.
Duende de Quevedo y duende de Cervantes, con verdes anémonas de fósforo el uno, y flores de yeso de Ruidera el otro, coronan el retablo del duende de España.
Cada arte tiene, como es natural, un duende de modo y forma distinta, pero todos unen raíces en un punto de donde manan los sonidos negros de Manuel Torres, materia última y fondo común incontrolable y estremecido de leño, son, tela y vocablo.
Sonidos negros detrás de los cuales están ya en tierna intimidad los volcanes, las hormigas, los céfiros y la gran noche apretándose la cintura con la Vía láctea. Señoras y señores: He levantado tres arcos y con mano torpe he puesto en ellos a la musa, al ángel y al duende.
La musa permanece quieta; puede tener la túnica de pequeños pliegues o los ojos de vaca que miran en Pompeya a la narizota de cuatro caras con que su gran amigo Picasso la ha pintado. El ángel puede agitar cabellos de Antonello de Mesina, túnica de Lippi y violín de Massolino o de Rousseau.
El duende... ¿Dónde está el duende? Por el arco vacío entra un aire mental

que sopla con insistencia sobre las cabezas de los muertos, en busca de nuevos paisajes y acentos ignorados: un aire con olor de saliva de niño, de hierba machacada y velo de medusa que anuncia el constante bautizo de las cosas recién creadas.

Fuente: DDOOSS