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Canta Alfredo Zitarrosa en su canción "Habanera": "...viene descalzo ese Dios Verde". Así pinta a uno de los personajes más pintorescos del viejo Montevideo. Fue un solitario predicador llamado por el pueblo El Dios Verde. Por mediados del siglo pasado recorrió a pie todo el Uruguay. Siempre descalzo, con una túnica de color verde claro, el largo cabello canoso le caía sobre los hombros y una lacia barba blanca le daba el aspecto de un sabio venerable. En sus manos la Biblia y un largo palo que como el bastón de los peregrinos del Camino de Santiago lo usaba para apoyarse y marcar sus pasos. En el invierno usaba una capa azul que si la mirábamos de cerca tenía bordadas pequeñas cruces cristianas. Personaje quijotesco que trataba de llevar a todos los rincones del país su mensaje moralista y religioso. Ya por la década del 30 anduvo predicando con su fuerte voz en los pueblos del Interior uruguayo. Por esos años visitaba seguido la ciudad de Mercedes y frente a la iglesia en la plaza principal era rodeado por decenas de curiosos.
También lo recuerdan los ancianos de Salto cuando en los calientes veranos en la zona del Arapey esperaba a la gente que saliera de las termas y realizaba sus enérgicas arengas morales. Al empezar los festivales de cine en Punta del Este, por los inicios del 60, El Dios Verde llegó a Maldonado. De tardecita, se paraba en la puerta del Club Cantegril y de noche se ubicaba frente a los cines de la península donde concurría el público y las estrellas invitadas.
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Cuando no lo echaba la policía, realizaba entre esa gente de ropas lujosas sus discursos contra el despilfarro y la vanidad del dinero. Uno de sus admiradores fue el político Eduardo Víctor Haedo que valoraba mucho el ejemplo de vida austera que tenía ese personaje popular. Lo había conocido una tarde en que Haedo siendo Consejero de Gobierno vio al Dios Verde predicar en la Plaza Independencia.
Y luego en Punta del Este el político y pintor Haedo en esos días de festivales cinematográficos lo invitó a conversar a su famosa casa llamada "La Azotea". Este personaje fue muy conocido en los barrios montevideanos y su llegada a las esquinas era entre el revuelo de los pibes y los veteranos que lo escuchaban con atención. Las doñas le daban alimentos que éste guardaba en una bolsa y luego de comer muy poquito al seguir caminando y ver gente pobre de inmediato le regalaba esa comida. Una de sus frases favoritas que repetía por todos lados era "evitar el camino de la perdición" leyendo y siguiendo las enseñanzas bíblicas. Cuando le preguntaban porque no iba a las iglesias repetía que "los que buscan de veras a Dios, dentro de los santuarios se ahogan". Así justificaba su vida andariega y callejera enseñando la Biblia que para el asombro de muchos citaba de memoria en muchos de sus pasajes. Atacaba a los vicios y elogiaba la vida virtuosa.
Muy enardecido despotricaba contra las mujeres "teñidas, muy maquilladas y de vestidos ajustados" y atacaba a los hombres que visitaban El Bajo y sus "bares de camareras". El Dios Verde era un enemigo del vicio del juego y a veces se lo veía frente a las agencias de quinielas o de los boliches donde se levantaba juego clandestino por la Villa Muñoz. Los "capitalistas clandestinos" no querían que les espantara a sus apostadores y con una "coima" lograban que un guardiacivil lo echara o lo metiera un rato en el calabozo de la comisaría del barrio.
Fue una leyenda del Montevideo del ayer que aún cuando misteriosamente se esfumara su presencia callejera la gente siguió recordándolo con cariño por muchos años.
Extraído de diario la República, 17 de octubre 2010
Autor : Luis Grene